Paisajes desolados, fríos, parajes baldíos de mi alma que no llena tu mentira.

Que esa mano tendida es una puerta falsa hacia el presidio, una mano que atenaza dulcemente mi garganta, tapa mi boca y me conduce sin pausa hacia el encierro, esa mano suave que va cortando mis alas y mis ganas.

Calla, así, tú calla… No lo dices, no hace falta.

Es sutil tu manera de conducir un sueño hasta el desierto árido e infinito de la desesperanza, del debe ser, de lo establecido, de todo aquello que entumece mi alma y me ahoga, me asfixia, me tortura, me trastorna, me envilece, me oprime, me desgasta, me atormenta.

Otro corazón helado, apresado en un cuerpo siempre frío y una manos vacías, desconsoladas, sin futuro, sin nada. Ya no temo el infierno.

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